“Tampoco le demos más vueltas, al fin y al cabo se trata sólo de una
Bolsa de Trabajo y muchos no saben ni cómo funciona”. Estoy convencido de
que esa frase, lapidaria, se repite, como un mantra, en las altas esferas de muchos
Servicios de Salud. ¡¡Qué digo Servicios de Salud!! ¡¡Seguro que en muchas Administraciones
Públicas!!
Ilusiones rotas,
esperanzas perdidas y hasta vocaciones frustradas de miles de profesionales que
aspiran a desempeñar un trabajo en Sanidad, de forma temporal, sí, temporal,
pero en modo alguno falto, siquiera un ápice, de la razón de ser de cualquier
profesión que hace de la salud su primordial preocupación: servicio a la
sociedad, contribución al bienestar del semejante a través de la prestación de
cuidados, etc, todo ello, como se suele decir, con el plausible fin de llenar
de años la vida y, también, de vida los años.
Pero son sólo Listas de
Espera…Listas de Espera que, eso sí, reflejan esfuerzos, ilusiones, trabajo, estudios,
inversiones, renuncias, preocupaciones, inseguridades, etc, de muchas personas,
cientos, miles.
Paciencia…Santa paciencia
puesta a prueba de forma continua. Porque no son, precisamente, la celeridad y
el cumplimiento de plazos, al menos en Extremadura, notas que caractericen a los
procesos selectivos públicos, incluidos los que dan derecho a acceder a plazas
en propiedad. Dicen que hasta la eternidad se aburre y desespera por el tiempo
que transcurre entre que se resuelve una convocatoria y se acuerda otra. Entretanto, la temporalidad, la precariedad…
Y controversias, errores e ilegalidades. Desfiles, sin fin, de reclamaciones,
cargadas de razones y de razón. ¡Que tiemblen los árboles!
Paciencias agotadas,
derrotadas y huérfanas de disculpas y consuelo que terminan en enfados,
disgustos, desconfianzas y juzgados.
La inseguridad…Hoy es
un Pacto el que regula el funcionamiento de esas Listas de Empleo, pero mañana
será otro y, más adelante, uno distinto…Y, mientras tanto, en ese devenir, muchos
(miles) dibujan, inocentes ellos, itinerarios que, tal vez, quién sabe, estén
condenados a tropezar y caer, de forma inexorable, en saco roto por el interés,
el capricho o la ignorancia de otros pocos.
No es el destino el que
decide qué mérito se privilegia: ¿experiencia, oposición, formación, docencia? Tampoco
la fortuna, ni la divina providencia, ni mucho menos los propios aspirantes.
Esa decisión compete, como es sabido, a quienes gestionan, sin timón y sin
destino, pero con mando en plaza, las Bolsas.
Listas de Espera, ¡qué
más dará! Listas de Espera conformadas, claro está, por personas. Porque un
aspirante no es un número que figura en una web o en el tablón de tal o cual
Gerencia. Hablamos de personas que confían, muchas, en poder hacer realidad su
vocación; otras tantas, en realizarse, sin desmerecer, por supuesto (¡faltaría
más!), a quienes buscan simplemente un trabajo que garantice su futuro, su
porvenir, en definitiva, su vida.
Vidas, señores
gestores, vidas, que no números.
Pero son Listas de
Espera… ¡Qué importa! Listas de Espera colmadas de vocaciones intimidadas,
zaheridas por el desánimo y la desconfianza. Otrora nobles anhelos palidecen y se tornan,
hoy, en miradas ásperas. Estoy la número 20, pero mañana… mañana no sé,
mañana tal vez ni aparezca en la lista o, quizás…la esperanza.
Y también las
normas...Hablen de Igualdad, de Mérito, de Capacidad y, sobre todo, de Publicidad
y Transparencia con quienes forman parte de una Bolsa de Trabajo; o de turnos,
correturnos y carreras profesionales. ¡Atrévanse! La realidad, tozuda ella, ensordece
cualquier discurso de constituciones, leyes y pactos. Pesarosa sensación de que
los principios, incluso constitucionales, no parecen regir sino, más bien,
sobrevivir comprometidos un día sí y otro también, cuando no reducidos a la más
insignificante nada. “Y, si no estás de
acuerdo, haz una reclamación o búscate un abogado y presenta una demanda”.
Pero, tranquilos, son
sólo Listas de Espera…Nada más…Ya pasará la tormenta.
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